Como visitante extranjero asiduo de ese bello pais, hay cosas a las que no acabo de acostumbrarme y que siempre me causan una profunda impresión. Y si hay algo en lo que me fijo mucho es en las gentes oriundas de los paises que visito.
Y en honor a la verdad, debo decir que la república dominicana ofrece una variedad tan grande de paisanaje como de paisaje, de modo que me he decidido a glosar aquí los tipos más curiosos con los que he ido tropezando a lo largo de mis visitas a tan glorioso pais.
En mi primer viaje en 2004, cometí la enorme estupidez de alojarme en un resort. En mi descargo debo decir que mis conocimientos del pais eran casi nulos, y que por ello opté por una fórmula alojativa que me garantizara cierta comodidad mientras empezaba a descifrar los ritmos y los tempos a los que se mueve allí la vida.
Y como no podía ser de otra manera, al segundo día de estar en el resort empezaba a picarme todo el cuerpo por estar encerrado en esa jaula de oro llena de turistas estúpidos cuyo mayor afán era pasar el día en la piscina pidiendo brebajes imbebibles de colorines para acabar con una mazurca diaria a base de alcohol barato y azúcares de todos los tipos. Aguanté dos días seguidos por la única razón de que en ese viaje conocí la que hoy es mi esposa, de forma que esas 48 horas transcurrieron prácticamente a salvo dentro de la habitación. Pero como hay que alimentarse y estirar las piernas, pude comprobar en qué se basaba la vida del hotel en las escapadas a los restaurantes y en largos paseos en los que reponer las fuerzas.
Pero como digo, al segundo día yo tenía que salir de allí como fuera.
Pensé en alquilar un carro, comprar un mapa y llegar a santo domingo para ver la capital, y especialmente la zona colonial., pero el recuerdo que me causó a mi llegada el traslado desde el aeropuerto hasta el hotel, hizo que desistiera de la idea de lanzarme a una carretera dominicana a la brava y sin algún mentor. Y es que 10 horas de avión a una altura de 11.000 metros con una temperatura exterior de -60 grados centígrados y expuestos a las inclemencias, turbulencias y demás "encias" de la atmósfera en un lugar en medio del atlántico donde la primera pista de aterrizaje está donde cristo perdió la alpargata, me hacían sentir mucho más seguro e invulnerable que lo que vi cuando aquella guagua del demonio me llevó del aeropuerto de las américas hasta bayahibe.
Unas carreteras infernales llenas de hoyos asesinos, conductores suicidas que adelantaban indistintamente por derecha e izquierda a velocidades de vértigo, 4 tios subidos en una moto desvencijada serpenteando entre el arcén y la calzada sin cascos ni la más elemental medida de protección, jeepetas de lujo manejadas por tipos con vocación de pilotos militares, chiquillos que se cruzaban por las calles poniendo a prueba los frenos de la guagua y los nervios de los pasajeros, el maldito volúmen de la bachata a toda castaña que literalmente no me dejaba no ya oir, sino ver; patanas voladoras que nunca supieron ni sabrán lo que es una ITV, pick ups cargados hasta la bandera de haitianos hacinados a los que llevaban a trabajar en alguna construcción y que se agarraban como podían para no salir despedidos del vehículo cada vez que un policia acostado hacía saltar todos los herrajes de la chapa....
...NO...pensé que todavía no estaba preparado para afrontar una experiencia de ese calibre por mis propios medios con garantias de éxito. Así que cometí el segundo gran error del viaje: contratar una excursión del hotel a la isla saona.
Como digo, yo tenía que salir de allí dentro de la manera que fuese, y la excursión me pareció la mejor opción. Bendita ignorancia.
Y de ese modo, conocí al primer ser estrafalario y digno de extinción que habita en ese hábitat caribeño: EL GUÍA DE EXCURSIONES DE RESORT.
Un engendro digno de estudio. Pero eso os lo contaré mañana, que ahora tengo sueño.
....continuará...
Y en honor a la verdad, debo decir que la república dominicana ofrece una variedad tan grande de paisanaje como de paisaje, de modo que me he decidido a glosar aquí los tipos más curiosos con los que he ido tropezando a lo largo de mis visitas a tan glorioso pais.
En mi primer viaje en 2004, cometí la enorme estupidez de alojarme en un resort. En mi descargo debo decir que mis conocimientos del pais eran casi nulos, y que por ello opté por una fórmula alojativa que me garantizara cierta comodidad mientras empezaba a descifrar los ritmos y los tempos a los que se mueve allí la vida.
Y como no podía ser de otra manera, al segundo día de estar en el resort empezaba a picarme todo el cuerpo por estar encerrado en esa jaula de oro llena de turistas estúpidos cuyo mayor afán era pasar el día en la piscina pidiendo brebajes imbebibles de colorines para acabar con una mazurca diaria a base de alcohol barato y azúcares de todos los tipos. Aguanté dos días seguidos por la única razón de que en ese viaje conocí la que hoy es mi esposa, de forma que esas 48 horas transcurrieron prácticamente a salvo dentro de la habitación. Pero como hay que alimentarse y estirar las piernas, pude comprobar en qué se basaba la vida del hotel en las escapadas a los restaurantes y en largos paseos en los que reponer las fuerzas.
Pero como digo, al segundo día yo tenía que salir de allí como fuera.
Pensé en alquilar un carro, comprar un mapa y llegar a santo domingo para ver la capital, y especialmente la zona colonial., pero el recuerdo que me causó a mi llegada el traslado desde el aeropuerto hasta el hotel, hizo que desistiera de la idea de lanzarme a una carretera dominicana a la brava y sin algún mentor. Y es que 10 horas de avión a una altura de 11.000 metros con una temperatura exterior de -60 grados centígrados y expuestos a las inclemencias, turbulencias y demás "encias" de la atmósfera en un lugar en medio del atlántico donde la primera pista de aterrizaje está donde cristo perdió la alpargata, me hacían sentir mucho más seguro e invulnerable que lo que vi cuando aquella guagua del demonio me llevó del aeropuerto de las américas hasta bayahibe.
Unas carreteras infernales llenas de hoyos asesinos, conductores suicidas que adelantaban indistintamente por derecha e izquierda a velocidades de vértigo, 4 tios subidos en una moto desvencijada serpenteando entre el arcén y la calzada sin cascos ni la más elemental medida de protección, jeepetas de lujo manejadas por tipos con vocación de pilotos militares, chiquillos que se cruzaban por las calles poniendo a prueba los frenos de la guagua y los nervios de los pasajeros, el maldito volúmen de la bachata a toda castaña que literalmente no me dejaba no ya oir, sino ver; patanas voladoras que nunca supieron ni sabrán lo que es una ITV, pick ups cargados hasta la bandera de haitianos hacinados a los que llevaban a trabajar en alguna construcción y que se agarraban como podían para no salir despedidos del vehículo cada vez que un policia acostado hacía saltar todos los herrajes de la chapa....
...NO...pensé que todavía no estaba preparado para afrontar una experiencia de ese calibre por mis propios medios con garantias de éxito. Así que cometí el segundo gran error del viaje: contratar una excursión del hotel a la isla saona.
Como digo, yo tenía que salir de allí dentro de la manera que fuese, y la excursión me pareció la mejor opción. Bendita ignorancia.
Y de ese modo, conocí al primer ser estrafalario y digno de extinción que habita en ese hábitat caribeño: EL GUÍA DE EXCURSIONES DE RESORT.
Un engendro digno de estudio. Pero eso os lo contaré mañana, que ahora tengo sueño.
....continuará...